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Hay algo de fantástico, mágico e irrepetible en “Sinfonías Para Terrícolas”, el primer disco largo concebido como tal de MODULAR para Elefant Records. Debe ser esa influencia reconocida por las películas de ciencia-ficción y serie Z de directores como Jesús Franco, Russ Meyer, Mario Bava, George Romero, Joe D’Amato o Emilio Vieyra. Debieron ser esas sesiones de grabacion realizadas en Londres junto a Andy Ramsay (STEREOLAB) y con la supervisión del técnico Joe Watson (STEREOLAB, pero también ingeniero de grupos como THE HIGH LLAMAS) que acabó con grabaciones de voces, sintetizadores, baterías, bajos, pianos y percusiones. Deben ser los millones de influencias traídas de los rincones más recónditos del mundo y de los estilos más inimaginables: del funk a Brasil (Eumir Deodato, Joao Donato), de la psicodélica a Reino Unido (THE BEATLES, BROADCAST), del krautpop a Alemania (KRAFTWERK), de las bandas sonoras de películas imposibles al corazón de California (James Clarke, Syd Dale), del spaguetti western y los sonidos inacabables a Italia (Piero Umiliani, Hugo Montenegro, Giorgio Moroder) pasando por ese dios que es Burt Bacharach, que todo lo puede y abarca. Debe ser la experimentación sonora con cajas de ritmo rusas, pedales y delays de cinta, sintetizadores surgidos de los armarios del museo de historia o las más de 100 pistas que tienen muchas de las composiciones.
Pero el caso es que “Sinfonías Para Terrícolas” es el disco que debe convertir a MODULAR en algo más que un grupo de culto. Con un formato de banda (aparte del corazón del proyecto formado por Mariana Badaracco y Pablo Dahy, ahora se unen Diego Pérez, Gabriel Sanabria, Nano Tonelli y Sebastián Murguiondo) han conseguido darle el toque perfecto de organicidad que necesita una historia de ciencia-ficción, vaciar todos los huecos que la imaginación siempre está dispuesta a soñar y regar de matices un disco que se podría escuchar miles de veces, y aún seguiríamos descubriendo detalles. Elegancia, melodías, fantasía y experimentación sin perder nunca un espíritu eminentemente pop. Una auténtica joya.